Si te apasiona el pan, el pan de cebolla seguro que está entre tus preferidos. La combinación de la masa tradicional y la cebolla pochada logra un excelente resultado, un sabor con pinceladas dulces a la par que un alimento 100% saludable, delicioso, casero y fácil de hacer, ¿qué más se puede pedir?
Una vez tengas el pan de cebolla listo para comer comprobarás que es ideal para cualquier momento del día, ya sea desayuno, comida, merienda o cena. Veamos qué ingredientes necesitamos.
En primer lugar echamos mano a las cebollas, las pelamos y cortamos en trocitos muy pequeños. En una sartén echamos el aceite, la cebolla y la sal. Pochamos la cebolla con todo el aceite, hasta que quede blandita, no es necesario que coja color.
Mientras la cebolla se va haciendo, en un recipiente aparte vertemos el agua tibia y deshacemos la levadura fresca. Removemos bien.
Cuando la cebolla esté bien pochadita, apagamos la sartén y dejamos que la cebolla enfríe por completo.
En un bol grande añadimos la harina, la cebolla, una pizca de sal y vertemos el contenido que habíamos preparado anteriormente con agua y levadura fresca. Mezclamos bien con ayuda de una pala de cocina.
Cuando no podamos amasar con la paleta, usamos nuestras manos. Enharinamos nuestra mesa de trabajo, sacamos la masa del bol y amasamos. Amasamos hasta que la masa deje de estar pegajosa, para ello amasamos con paciencia y energía, enharinando de vez en cuando pero sin pasarnos. Normalmente el extra de harina ronda los 75 gramos más o menos.
Limpiamos el bol que hemos usado para que no haya masa pringosa, enharinamos un poco y dejamos reposar dentro la masa en forma de bola, durante una o dos horas, hasta que duplique su tamaño.
Transcurrido este tiempo, vamos a aplicar el siguiente tip. Pintamos con aceite un recipiente de unos dos litros de capacidad aproximadamente, para horno y con tapa, la cual también pintamos. Lo enharinamos todo ligeramente. Gracias a esto, no será necesario colocar un recipiente con agua en el horneado y tampoco será necesario precalentar el horno.
Sacamos la masa del bol, quitamos un poco el aire y le damos la forma que queramos, que se adapte bien al recipiente que vamos a meter en el horno. Cuando esté dentro ya podemos hacer algunos cortes en la superficie.
Tapamos el recipiente y dejamos que repose unos 10 minutos. Encendemos el horno a 200 grados con calor arriba y abajo y metemos el recipiente sin quitar la tapa, durante media hora aproximadamente.
A los 30 minutos, quitamos la tapa y seguimos con el horneado durante un cuarto de hora aproximadamente. Cuando veamos que el pan toma el color que nos gusta, sacamos el pan del horno y dejamos que enfríe encima de una bandeja de rejilla.
¡Y listo! Ya veréis qué pan tan rico, con la corteza crujiente y la miga deliciosa.
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