Para que puedas disfrutar de uno de los panes más famosos de Galicia en tu propia casa, y cocinado con tus propias manos, desde Levanova, ¡te traemos una receta de Rosca Gallega! Este típico pan gallego se originó en la zona de Arzúa, entre las provincias de A-Coruña y Lugo, aunque pronto se popularizó por toda la región.
Se trata de un pan muy particular gracias a la composición de su masa, que mezcla diferentes tipos de harina. Además, el resultado es muy característico, no solo por su forma de rosca, sino por su crujiente corteza y su alveolada miga. Este tradicional pan gallego es una delicia que a todos nos gustaría poder disfrutar. El único impedimento que podemos encontrar en su elaboración es que requiere un largo amasado. No obstante, si no dispones de amasadora podrás aprovechar para practicar tu técnica. ¡Atentos a la receta!
Echamos en un bol grande todos los ingredientes y mezclamos bien, primero con una paleta y después con nuestras propias manos, hasta que se conviertan en una bola.
Al tratarse de una masa con un gran porcentaje de agua, será muy pegajosa y nos costará más de lo normal manejarla. Por ello, si no dispones de amasadora, te recomendamos que te mojes las manos o te eches un poco de aceite para ayudarte a manejarla.
Cuando todos los ingredientes estén integrados en una bola, podemos pasar a trabajar la masa sobre una encimera lisa previamente enharinada. Este tiempo de amasado debe alargarse el tiempo necesario hasta que consigamos una masa homogénea.
Con nuestra masa fina y elástica, hacemos una bola, la metemos un bol, la tapamos con un trapo de cocina o film de plástico y la dejamos reposar en un lugar alejado de corrientes de aire hasta que doble su tamaño. Aproximadamente entre 45 minutos y una hora.
Finalizado el tiempo de reposo, recuperamos nuestra masa del bol y le damos forma de rosca, pinchando el centro con los dedos y con ayuda de las manos abriendo la hogaza redonda para dejar un hueco central de por lo menos cuatro dedos de diámetro. Después, la colocamos sobre un papel para horno en la misma bandeja, volvemos a taparla y la dejamos reposar durante aproximadamente otra hora, hasta que más o menos doble su tamaño.
Con el horno previamente precalentado a 220ºC durante unos 20 minutos, colocamos un par de hielos en otra bandeja situada en un nivel inferior. Si no dispones de otra bandeja, puedes ponerlos en algún recipiente pequeño en la misma bandeja donde está la rosca. Asimismo, si tampoco dispones de hielo, puedes poner un poco de agua fría. El objetivo de esto es que se genere vapor dentro del horno que ayudará a que la corteza se expanda mejor y sea más crujiente.
Seguidamente, pulverizamos un poco de harina por encima de la rosca, realizamos algunos cortes en diagonal sobre la superficie y la horneamos durante 40 minutos a 170ºC, hasta que observemos que la corteza está bien dorada.
Una vez la saquemos del horno, la dejamos enfriar y… ¡listo!
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