Suaves y esponjosos, pero a la vez crujientes y de lo más sabrosos gracias a un ingrediente tan versátil como la calabaza, que nos permite hacer recetas tan espectaculares como esta. Una vez que probéis estos panecillos de calabaza van a convertirse en un imprescindible en vuestro recetario.
Su cómodo formato, además, permite que se disfruten tanto acompañando a las comidas principales, como siendo protagonistas en un almuerzo o una merienda. Así mismo, son de lo más útiles para congelar y disfrutarlos en otros momentos.
¿Os han entrado ganas de probarlos? ¡Esperamos que sí! Pues, sin duda, esta receta de panecillos de calabaza con levadura fresca y masa madre os va a fascinar, tanto por lo fácil de su elaboración como por lo increíble de su resultado.
Echamos en un bol grande el agua, la miel, la masa madre y la levadura fresca y mezclamos. Añadimos la pulpa de calabaza y volvemos a mezclar. Seguidamente, incorporamos la sal y la harina y mezclamos de nuevo hasta que todos los ingredientes se integren.
Dejamos reposar la mezcla 5 minutos, echamos las pipas y volvemos a mezclar de nuevo.
Amasamos hasta conseguir una masa fina y homogénea. Para facilitar este proceso, es recomendable hacer reposos entre medias de unos 5 minutos.
Una vez hayamos conseguido esa masa fina y homogénea que estábamos buscando, hacemos una bola con la masa, la metemos de nuevo en el bol y la dejamos reposar tapada con un trapo de cocina unos 30 minutos.
Transcurrido este tiempo, recuperamos nuestra masa del bol y la dividimos en 8 piezas de aproximadamente el mismo tamaño. Boleamos cada pieza, las tapamos y las dejamos reposar 15 minutos más.
Humedecemos cada pieza y la rebozamos con semillas de calabaza. Para ello, colocamos una servilleta de papel mojada en un plato y pasamos por encima nuestros panecillos. Así, adquirirán la cantidad de agua justa para que las pipas se adhieran a su superficie.
En la medida que vayamos rebozando las piezas, las vamos colocando en la bandeja del horno sobre papel para hornear con suficiente espacio entre ellas para que, cuando aumenten su tamaño, no se peguen. Las dejamos reposar de nuevo tapadas con un trapo hasta que doblen su volumen.
Encendemos el horno para que se vaya calentando a 200ºC. Una vez haya finalizado este último reposo, hacemos unos cortes en la superficie con unas tijeras y horneamos unos 20 minutos a 170ºC, hasta que la corteza esté dorada.