Somos muchos los amantes del pan, lo hemos probado en todas sus formas, sabores y tamaños. Podemos saborear tantos panes como pueblos existen en España. Probar esta delicia artesanal cada vez que pisamos un territorio nuevo, para algunos, se ha convertido en toda una costumbre.
Las alternativas son muy amplias y a veces nos cuesta decantarnos por un tipo de pan determinado. El pan de campo o también conocido como pan de pueblo es ideal para acompañar nuestros guisos o incluso para dar sabor a nuestros desayunos con aceite, un poco de sal y tomate rayado.
Los más fieles también somos partidarios de prepararlo en casa. Por esta razón, desde Levanova, para que podáis disfrutar del auténtico pan de pueblo casero, queremos proponeros la receta de esta hogaza tradicional que se caracteriza por una corteza muy crujiente y una deliciosa y esponjosa miga. ¡No vais a poder resistiros!
Comenzaremos por mezclar en un cuenco la harina, el aceite de oliva y la sal, además, añadimos la levadura fresca y la masa madre Levanova y, seguidamente, vertemos el agua. Como es muy importante que estos ingredientes queden perfectamente integrados, vamos a ayudarnos de una cuchara de cocina.
La masa debe tener un acabado homogéneo y elástico, y no se nos debe pegar en las manos. Para ello, enharinaremos una superficie plana con un poco de harina y procederemos a amasar durante aproximadamente 20 minutos.
Una vez finalizado el proceso de amasado, volvemos a introducir la masa con forma de bola en el bol y, cubriéndola con un paño de cocina, la dejamos reposar en un lugar seco alejado de las corrientes de aire. El tiempo que debemos dejar reposar la masa es de aproximadamente media hora, durante el cual la masa empezará a producir el aroma y sabor característico del pan de pueblo. Luego, procedemos a volver a formar la bola de masa u otra forma que nuestra imaginación nos sugiera. Podemos formar una pieza grande o dos pequeñas o también podemos formar piezas más pequeñas tipo panecillo o barritas.
Una vez que nuestro pan tenga la forma deseada, lo pintamos con miel diluida en una pizca de agua.
A continuación, cuando ya esté situado sobre el papel vegetal que hemos puesto encima de la bandeja del horno, volveremos a dejarlo reposar de nuevo, hasta que el volumen de la masa se haya vuelto a duplicar.
Antes de hornear el pan, y una vez ha terminado, debemos realizar algunos cortes sobre la superficie de la masa. Este paso es imprescindible para tener el resultado que estamos buscando, pues, por dichos cortes, la masa expulsará el aire sobrante durante el horneado, de modo que se “romperá” la tensión y el pan se podrá desarrollar bien en el horno.
De este modo, espolvorearemos una ligerea capa de harina sobre la superficie y realizaremos dos cortes en forma de cruz. Inicialmente ya habremos precalentado el horno durante 30 minutos a una temperatura aproximada de 220º.
Introduciremos nuestro pan en el horno. Como queremos que quede esponjoso en el interior y la corteza quede muy crujiente, es importante que hagamos una división durante el tiempo de horneado, es decir, los primeros 15 minutos mantendremos la temperatura del horno a 220º con el ventilador parado, mientras que en la segunda parte, bajaremos la temperatura a 170º y, en el caso de que dispongamos de ventilador, podemos conectarlo. Así provocaremos ese efecto deseado de que la miga se mantenga esponjosa, mientras que la corteza adquirirá esa particularidad de los panes de pueblo que es su aspecto tostado.
Una vez hayamos sacado nuestro pan del horno y se enfríe, estará listo para que podamos disfrutarlo con lo que más nos guste. ¿Te imaginas cómo debe estar tu bocata preferido con este pan? ¡Anímate a cocinarlo y cuéntanos cómo te ha quedado!
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