Estos panecillos de leche y miel son un auténtico amor. Los vimos y supimos que queríamos hacerlos de inmediato. Dorados y esponjosos, ligeramente perfumados con el aroma cálido de la miel y con una textura tan suave que se deshace en la boca. ¿No suena irresistible?
Hace poco, en la receta de pan con nueces y chocolate, hablábamos de las posibilidades que ofrece el combinar ciertos ingredientes, y esta elaboración es otra prueba de ello. En este caso, la magia ha sucedido al combinar la leche y la miel. Pero, que no te eche atrás ver nuevos ingredientes en una receta de pan, no pienses que por eso va a ser más difícil. No necesitas ser un experto panadero, solo hace falta un poco de amor y paciencia. Desde el primer amasado hasta el momento en que el pan sale del horno, dorado y humeante, cada paso es una invitación a disfrutar y conectar con la cocina de una manera especial.
El pan de leche y miel no solo es delicioso, sino que también tiene el poder de reunir a la gente. Ya sea en un desayuno perezoso de domingo o en una merienda al atardecer, cada bocado es un recordatorio de las pequeñas alegrías de la vida.
¿Listo para transformar tu cocina en una panadería artesanal?
En un bol grande, mezcla la harina y la sal. Disuelve la levadura en la leche tibia y añade la miel, mezclando bien. Vierte la mezcla de leche en el bol con la harina. Amasa hasta que todos los ingredientes se integren. Deja reposar 10 minutos.
Vuelve a amasar hasta conseguir una masa fina y homogénea. Este es el momento de disfrutar de la textura de la masa y de sentir cómo se vuelve más manejable bajo tus manos. Deja reposar otros 30 minutos.
Es el momento de crear los panecillos. Divide la masa en unas 10 piezas y dales forma de bola. A continuación, coloca las piezas en una bandeja de horno con papel para hornear.
Deja fermentar la masa hasta que las piezas hayan doblado su tamaño. A continuación, con una mezcla de huevo batido y leche al 50%, pincela los bollitos. Precalienta el horno a 195ºC.
Hornea el pan durante unos 12 minutos a 195ºC o hasta que los panes estén dorados. El aroma que llenará tu cocina será simplemente irresistible.
El paso más difícil, pero, a la vez, el más gratificante. Deja enfriar los panecillos antes de probarlos.
Este pan es perfecto para cualquier ocasión. Puedes disfrutarlo en el desayuno con una taza de café o té, o como una merienda dulce en cualquier momento del día.
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